martes, 9 de junio de 2015

 ECFRASIS: “LA VELADA” (RAFAEL SANZIO)


“La Velada”, obra hecha hacia el año de 1516, fue elaborada al óleo sobre lienzo de dimensiones de 82 cm × 60,5 cm. En ella se muestra a una mujer que es identificada también como “La fornarina” (hija del panadero) en otra de las obras de Rafael. Su nombre verdadero es Margherita Lutti y se dice que posiblemente fue amante del autor apareciendo en varias de sus obras.
No se conoce mucho sobre la vida de ésta mujer, sin embargo, Vasari en el estudio sobre la vida y obra de Rafael, menciona que se trata de una persona muy amada por el pintor. Esta fémina aparece en otras obras del afamado autor como son “Madonna Sixtina”, y en “La Virgen de la silla”.
Mujer también conocida como Dama Velada, se muestra muy elegante y discreta a mitad de cuerpo, su figura es enmarcada a través de la composición pictórica triangular.
Porta un velo largo y liviano con el que corona su cabeza; esto mantiene relación con el estilo Renacentista que adquirió el artista respetando los cánones matemáticos y geométricos, de tal manera que corresponde a un orden racional de acuerdo a la creación italiana del renacimiento. La figura de la mujer está posicionada a tres cuartos hacia la izquierda.
Sobre su cabello luce un llamativo adorno de una perla con un rubí. Se dice que quizá el autor utiliza este símbolo para dejar entrever la adúltera vida de la Fornarina. Esta divisa corresponde a un elemento que estuvo de moda en aquella época.
El rostro, principal punto de interés, ocupa la parte central superior del cuadro y nos muestra unas facciones exquisitas y completamente sosegadas. Siendo su expresión tranquila y colmada de cierta inocencia, deja vislumbrar también un enigmático y penetrante gesto risueño.
De la misma forma, se percibe serenidad a través de sus blancas y delicadas manos por la posición que adoptan. La mano derecha que lleva hacia el corazón, representa un gesto que acentúa su calma, sin embargo Rafael no da mucho detalle al respecto ya que contribuye un
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recurso que fue utilizado en Castiglione, obligar al espectador a centrarse en la serena y tranquila expresión de la dama.
En la zona inferior se perciben un conjunto de curvas como son la posición del brazo de la mano oculta, una parte de la vestimenta y el collar, haciendo un perfecto equilibrio dentro de la obra con el óvalo del rostro.
Lleva un ropaje que rodea su torso, este es de seda blanca y despunta por la textura. Tiene añadiduras en forma de adornos en color dorado que destacan en los pliegues de la vestidura de “La velada”.
Los pliegues de la prenda resaltan por sus detalles en cuanto a forma, profundidad y movimiento, gracias a los tonos que logra aplicar el autor en la obra, haciendo fuertes contrastes cromáticos a lo largo del desarrollo del retrato.
Viste sobre su camisa blanca una cotilla, la cual era un corpiño con ballenas que se colocaba sobre la prenda con la finalidad de levantar y ensalzar el pecho, a la vez que estrechaba la cintura y era atada con cintillas, ya sea por detrás o por adelante, tal y como vemos en el retrato de “La Velada”. Normalmente los encajes de la blusa estaban estratégicamente colocados en lugares donde se pudieran lucir.
Por encima de su ropaje destaca un detalle en forma de moño negro, se rumora que Rafael lo colocó como firma sobre la “La Velada”, ya que tiene forma de “R”.
El autor utiliza formas curvas y ondas, la tela en tonos dorados hace contraste con la parte algodonada clara, esto brinda gran volumen a la obra.
Durante el Renacimiento los hombres y las mujeres de la clase media usaban prensas con mandas desmontables o con doble manda, una estrecha sujeta a la prenda interior y otra más amplia sujeta al cuerpo del vestido, permitiendo de esta manera cambiar el aspecto de la prenda.
Otra característica importante del traje renacentista eran las agujetas, se usaban para sujetar las calzas a la cintura del jubón, o las mangas desmontables a la sisa de un jubón o un cuerpo.
Las agujetas generaban suntuosidad en el vestido. Las Mangas y las faldas se ensancharon, las ropas se hacían con tejidos tupidos, lujosos y suaves, como terciopelo, brocado y damasco.
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Las prendas enfatizaban hombros anchos, un largo y estrecho talle y caderas anchas. La parte superior del cuerpo femenino era oprimida con la Basquiña, que era una prenda interior tipo corsé de material rígido, proyectando el pecho hacia arriba y aplanándolo, este efecto se veía potenciado al utilizar el peto, rígido y triangular.
La indumentaria básica era una camisa interior de lino blanco, manga larga, sobre ella un vestido de cintura alta de color contrastante.
La parte superior del cuerpo femenino era oprimida con la Basquiña, que era una prenda interior tipo corsé de material rígido, proyectando el pecho hacia arriba y aplanándolo, este efecto se veía potenciado al utilizar el peto, rígido y triangular.
Más tarde comenzaron a confeccionarse en Gasa, con los característicos bordes plateados o dorados en encaje, se podían utilizar en el escote del vestido o de la camisa.
Además, Rafael amplía su paleta cromática no sólo en los atavíos, sino también da mucha precisión de color a la piel de la fémina, las tonalidades cálidas del manto entre el dorado y el blanco que contrastan con el color de piel de la hermosa mujer, que es casi marfil puro.
Todo este conjunto de colores, formas y volúmenes destacan suavemente sobre un fondo oscuro con algunos toques que combinan armoniosamente con la refulgente figura de “La Velada”.

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